martes, 26 de octubre de 2010

Volver


Te quise porque me lo dabas todo, incluida la espalda cuando te enfadabas conmigo.

Pensé que casi nadie se podía enamorar una noche; que a esas horas los chicos que a mí me gustaban estarían haciendo otras cosas, algo así como dejar incompleto algún relato.

Después me quedé en los huesos mientras tú te quedabas con otra. Ya decía yo que últimamente las sábanas estaban llenas de espaldas.

Hay amores largos y amores anchos. Ambas clases dan alegrías y algún que otro disgusto. Quizás el nuestro debía ser transversal.

Recuerdo que pensaba que debería tener más respeto por mí misma y no lanzarme al teléfono cada vez que recibía uno de tus mensajes.

Miraba a un lado y a otro antes de que nadie pudiera verme en tan desesperada situación.

Me robaste los modales y las buenas palabras.


Cuando volví a nuestras playas me acerqué a uno de los faros, una noche mágica en la que (ordinaria, acostumbrada y usualmente) pensaba en ti.


Me convertí en una auténtica salvaje y decidí que nadie vendría a domesticarme.